Esta semana los lectores de Arquitectura Popular Manchega estamos de enhorabuena. Y es que recogiendo la propuesta de colaboración con Arquitectura Popular Manchega hoy toma la palabra Juan Francisco Prado con un trabajo muy bien documentado sobre las eras en La Mancha. Juan Francisco, licenciado en Historia del Arte, se encuentra muy vinculado al estudio de la historia de La Mancha. Actualmente realiza el doctorado en Historia del Arte en la línea de investigación sobre la gestión de patrimonio y conflictos sociales en La Mancha durante la II República y Guerra Civil. Todo un lujo contar con su saber y el testimonio oral de su abuelo para este trabajo inédito.
LA ERA EN LA MANCHATIPOLOGÍAS Y TÉCNICAS DE CONSTRUCCIÓN
Juan Francisco PRADO SÁNCHEZ-CAMBRONERO
Ldo. en Historia del Arte
juanfprado@outlook.es
El desarrollo industrial y preindustrial de La Mancha ha ido durante muchos siglos ligado a los métodos de transformación de materias primas provenientes de la agricultura. Disponemos de ejemplos patrimoniales como molinos harineros, bodegas, alcoholeras, norias etc., que están íntimamente relacionados con la tradición vitivinícola y cerealista de este territorio. La construcción de eras es parte de esta tradición que emana de la implantación de una comunidad en su territorio relacionado con su modo de vida y su identidad cultural y social.
Éstas, estarían a medio camino entre el patrimonio inmaterial y la arquitectura tradicional [1] , pero sin ajustarse claramente a ninguno de estos dos tipos. Por un lado hablamos de patrimonio inmaterial en cuanto a la tradición y costumbres sobre su fabricación y el trabajo en torno a ellas. La siega, la construcción de la era, la trilla, las herramientas, usos, costumbres, tradiciones y métodos han desaparecido por completo, salvo por pocas excepciones manifestadas a través de testimonios orales [2] . ¿Es una arquitectura tradicional? Si bien, una era no es desde el punto de vista etimológico una arquitectura [3], si es un espacio enraizado y emparentado con la arquitectura popular manchega. Es un hecho que en su realización se utiliza, como en toda construcción tradicional, materiales autóctonos, asequibles y económicos. Cal, tierra, piedra y agua son los cuatro materiales esenciales utilizados, cuatro pilares sobre los que se asientan la arquitectura manchega y que encontramos también en la construcción de la era.
La fuente principal para la elaboración de esta pequeña reseña es el testimonio oral de Juan Francisco Prado Díaz del Campo de 92 años que desarrolló su vida profesional como agricultor y jornalero ocasionalmente [4] en Daimiel (Ciudad Real). Por lo tanto, este pequeño análisis responde a un ámbito geográfico reducido y puede que las técnicas de construcción, usos y costumbres varíen sensiblemente de otras zonas de La Mancha.
Típica era manchega (Argamasilla de Alba) Fotografía: 1957, Nicolás Muller |
Una era es el espacio de tierra limpia y firme, algunas veces empedrado, donde se trillan las mieses. Generalmente estaban situadas al lado de la casilla, alberca y el pozo-noria, siendo en los meses de verano un elemento diferenciador y obligado en paisaje del campo manchego. Hay que tener en cuenta que actuaba como un lugar de trabajo, su funcionalidad y accesibilidad eran clave en su construcción. Para elegir su situación se escogía un terreno lo más horizontal posible que favoreciese las corrientes de vientos para poder ablentar[5], pero siempre adyacente a las construcciones antes citadas. Puede parecer lógico pensar que una era servía para trillar, esto es cierto, pero también se desarrollaban en ella distintos trabajos agrícolas estivales[6].
Pese a la norma general en otros lugares, en La Mancha la era tenía forma rectangular en la mayoría de los casos. Aunque el trabajo de la trilla con las bestias era circular, se aprovechaban las esquinas y el lado donde no se trillaba para amontonar la parva[7]. El tamaño de estas construcciones podía variar siendo lo común algo más de 20 metros en su lado más largo.
Las eras de tierra, aunque no nos han llegado muchos ejemplos hasta nuestros días, eran la tipología más común. Esto se debía a que los propios segadores se encargaban de su construcción, no siendo necesario el acarreo de piedra ni contratación de personal cualificado, como si ocurría con las empedradas. En otras latitudes, este tipo de eras son llamadas terrizas[8].
Su construcción tenía lugar a finales de mayo y principios de junio, con anterioridad a las labores de siega del cereal, principalmente antes de cosechar la cebada, que era el primer cereal en ser recolectado. La misma construcción servía para trillar la cebada, después el trigo, la avena y por último, en septiembre, el panizo[9]. También se utilizaba para legumbres como judías o lentejas.
Su construcción comenzaba con el arado del terreno, después se humedecía la tierra en abundancia, tras esto, una caballería pasaba con un “palo de arrasar” con alguien subido sobre él para ejercer más peso sobre el terreno y dejarlo lo más liso posible. Se dejaba reposar una noche, extendiendo paja sobre su superficie al día siguiente. Después de repartir bien la paja se pasaba a golpear toda la era con un pisón[10], para compactar y asentar aún más la tierra. Extender paja previamente a este ejercicio era fundamental para que el pisón no se impregnara de barro. La labor de un trabajador con un pisón duraba unas 2 o 3 horas.
Debido al calor en junio, el tiempo de secado del terreno era demasiado rápido, generando grietas que perjudicaban por completo su funcionalidad. Por esta razón, tras el apisonado se extendía mies en rama -sin trillar- sobre toda la superficie. Esto ralentizaba el tiempo de secado evitando la aparición de grietas aunque las temperaturas fueran altas y el terreno hubiese estado embarrado. Tras varios días de secado se barría los desechos de la paja y la mies y ya podía ser utilizada durante varios meses.
La durabilidad de estas construcciones era de una sola campaña, tras la cual se “levantaba”. Primeramente se tenía que humedecer o esperar a alguna lluvia que cumpliera esta función, tras esto se “arañaba” con el arado para volver a humedecer y pasar de nuevo con el arado las veces necesarias. La dureza de las eras constituía un sobreesfuerzo a la hora de reaprovechar el terreno para un nuevo cultivo.
En cuanto a las eras empedradas, podían ser realizadas durante todo el año. Tenían una gran durabilidad, con un mínimo mantenimiento podían usarse varias décadas, aún hoy se conservan muchos ejemplos. Existían cuadrillas de empedradores especializadas en su elaboración que también empedraban patios, calles etc. Estas cuadrillas se encargaban del acarreo del guijo, piedra de sierra empleada para este fin. Este tipo de piedra es de una gran dureza y siempre cuenta con una cara lisa que se colocaba hacia arriba en la era.
Aunque esta es la teoría, lo cierto es que las eras empedradas podían realizarlas o no personal cualificado y utilizar piedra de sierra o bien guijarro de río. Estas variantes dependían de la capacidad económica del dueño de la era y de la cercanía de las materias primas. El coste del acarreo y el pago a los empedradores eran factores a tener en cuenta.
El procedimiento de preparación del terreno se realizaba de forma idéntica al de las eras de tierra, pero se humedecía en menor grado la tierra y no se apisonaba, sino que se colocaban las piedras ayudados por una herramienta llamada suela[11].
La suela era una herramienta esencial en la fabricación de las eras empedradas, con su parte puntiaguda el empedrador excavaba un pequeño hueco en la tierra humedecida y allanada. El hueco dependía de la piedra que tuviera en la mano y que fuera a “clavar”, después se introducía la piedra con la cara más lisa hacía arriba con la mano y se asestaba un golpe con el lado plano de la suela. El hueco que se ejecutaba con esta herramienta siempre era mas pequeño que la propia piedra, lo suficiente para que la piedra al ser “clavada” no desplazara tierra pero quedara fija. Si el hueco excavado era demasiado pequeño, desplazaría tierra, afectando a las piedras puestas con anterioridad y a la horizontalidad en su conjunto. Las primeras piedras que se colocaban eran las del perímetro para posteriormente poner las del interior de manera ordenada. Cuanta mayor destreza tenía el empedrador, menor el espacio entre piedra y piedra y mejor la horizontalidad de la era. La utilización de guijo de sierra favorecía esta horizontalidad, pues la utilización de piedra redondeada de río, siempre presentaba el problema de encontrar la cara más lisa.
Tras este procedimiento se aplicaba una lechada a base de cal, arena[12] y bastante agua. Esta mezcla se repartía por toda la superficie empedrada por medio de escobas ásperas[13]. Tras dejarla secar varios días, la era estaba preparada para que la trilla recorriese su superficie durante muchos años.
[2] El Plan Nacional de Patrimonio Inmaterial establece dos formas de desaparición: de forma parcial y de forma total. La total se refiere al cese de la manifestación en su conjunto, aunque en la memoria permanecerá de forma virtual durante un largo periodo de tiempo, lo cual permite a las administraciones poner en marcha las actuaciones urgentes para dotar a la comunidad de los medios de los que se carece, o atajar el origen de los problemas que han obligado a detener la dimensión práctica y vivencial. La desaparición parcial es la más frecuente y cabe afirmar que en la actualidad, la mayor parte de las manifestaciones del PCI, en todas sus ámbitos, está aquejada de peligro inminente de desaparición de alguno de los episodios que lo componen, especialmente de aquellos que lo motivan, es decir, los que constituyen su preludio o anticipación en días anteriores o en fases previas a la manifestación en sí, como los días o fases siguientes al momento estelar al que se le suele dotar de valor. http://ipce.mcu.es/pdfs/PNPatrimonioInmaterial.pdf
[3] Entendemos arquitectura como el arte de proyectar y construir edificios (RAE)
[4] Entrevista realizada en Daimiel (Ciudad Real) el 15/12/2013.
[5] Echar al viento algo, especialmente los granos que se limpian en la era. (RAE) Este trabajo lo realizaban trabajadores ayudados de horcas. Se sustituyó paulatinamente tras la aparición de aventadoras que logran mecanizar esta fase del trabajo.
[6] Las panochas de panizo se dejaban secar al sol en la era durante 4 días para después trillarlas. Otro trabajo realizado en este espacio era el golpeo de las legumbres con una horca para separar las semillas de las vainas. Para suavizar la paja del trigo se hacía pasar sobre la era un carro, que con sus llantas metálicas, conseguía aplastar las cañas dejándolas aptas para el consumo animal. Este proceso denominado como “echar el carro” no se realizaba con la paja obtenida de la cebada ni de la avena, ya que estos cereales poseen una paja hueca y apta los animales.
[7] Mies tendida en la era para trillarla, o después de trillada, antes de separar el grano. (RAE)
[8] Sánchez Hita, Agustín: El Patrimonio Histórico de la Alpujarra y río Nacimiento, ADR Alpujarra, , pag.69
[9] Planta anual de la familia de las Gramíneas, originaria de Oriente, de cuya raíz salen varios tallos redondos como de un metro de altura, con hojas planas, largas, estrechas y ásperas, y flores en panojas grandes, terminales y apretadas. El grano de esta planta es redondo, de tres milímetros de diámetro, reluciente y de color entre amarillo y rojo. Se emplea en varias partes para alimento del hombre y de los animales, especialmente de las aves. Normalmente utilizada para consumo animal pero tras la Guerra Civil debido a la escasez de otros cereales, se realizaba harina para elaborar gachas y también unas tortas llamadas “panizas”.
[10] Herramienta de madera para apisonar la tierra. Consistía en un taco cilíndrico de unos 40 centímetros de alto al que por medio de una barrena se le realizaba un agujero para introducirle un astil.
[11] Herramienta de mano a modo de martillo empleado para tareas de empedrado. Por un lado disponía de una maza plana y por otro una forma puntiaguda y plana a modo de azada pequeña.
[12] La arena se recogía generalmente de cunetas de caminos y terrenos bajos donde solía correr agua estacionalmente. Esta arena era mucho más basta que la actual. Se solía cribar con una herramienta llamada zaranda, elemento parecido a la criba con un cerco redondo de madera pero en lugar de alambre disponía de sogas de esparto cruzadas que generaban pequeños agujeros por donde salía la arena cribada.
[13] Las escobas ásperas eran elaboradas artesanalmente con la planta comúnmente denominada escoba (Cytisus scoparius) que podía ser cultivada o crecer de manera silvestre con unas ramificaciones mas resistentes, gruesas e inflexibles que la cultivada. Crecía en acirates y en zonas liegas. Se recogía para su elaboración en las primaveras de los años lluviosos.
excelente trabajo!
ResponderEliminarMuchas gracias! Ojala alguna de estas eras no sucumba y pueda ser lugar de esparcimiento y recuerdo.
Eliminargenial, como siempre. En La Mancha conquense, donde vivo, no conozco ninguna de piedra, sin embargo, más al sur, en la provincia de Albacete hacia el Campo de Montiel si que hay muchas de piedras. En Viveros hay multitud de estas algunas con muy buena conservación.
ResponderEliminarEs un elemento imprescindible en paisajes con cereal. Ojalá las sigamos conservando.
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